La habitación olía a whisky, se notaba que alguien pasaba una tremenda caña. Pilas y pilas de “comics” se encuentran en la parte trasera del lugar, un escritorio con computador al centro sirve de estante, sobre él una botella de escocés completamente vacía vigila los dvds ordenados perfectamente.
Hay una cama ahí, y encima de ella, el profesor de sigilo y agudeza de la mente babea sobre una almohada.
El sol no puede evitar filtrarse por las cortinas, pero no perturba el sueño de Saito L Gabianni. De pronto, un incesante golpeteo en la puerta del cuarto hace lo que el sol no pudo… y Saito despierta.
Conchetumare- se lamenta- ¿tan temprano? ¿Quién chucha será? Pico, me voy a hacer el weón’pa seguir durmiendo.
Saito, culiao!. Dice la voz.
Walter-reconoce Gabianni- ¡al tiro viejo!
Se levanta trabajosamente, pero una vez de pie, la cama ya no le tienta de la forma que hacía hace un rato. Camina hacia la puerta y la abre. Tras ella aparece la figura de Sir Walter Reed en traje sport.
¿Que pasa, viejito?-pregunta el recién levantado.
Aprovechado el día libre poh, perro-contesta su amigo- así que te vine a ver para que webeemos un rato.
Me parece bien, pero… ¿tan temprano?
Son las tres de la tarde-aclara Walter- ¿que te creih que soy superman como para levantarme temprano en mi día libre?
Ahora está todo más claro-comprende su amigo- tu cachai, el alcohol y eso…
Sí, sí capto-sentencia comprensivamente el Sir- ahora vamos a almorzar con los cabros, nos vamos a tirar un asado.
Ok, me visto y vamos-responde el otro.
Ya habiendose vestido y arreglado, Saito acompaña a su amigo camino hacia el patio de recreación, donde hay un gran quincho. Obviamente van hacia allá por el tema del asado.
Durante el trayecto, Saito mira a los estudiantes que deambulan por todo el lugar. Unos leen tirados en el pasto, algunos entrenan juntos y otros simplemente descansan.
Al pasar cerca de ellos, estos los saludan con cariño y reverencia; después de todo, son profesores, y la admiración que hay para con ellos es muy grande. Todo lo que saben los chicos que están ahí, lo deben en gran parte a esos hombres que dedican sus vidas a enseñarles el arte de la batalla.
Walter y Saito siguen caminando, pasan por un gran árbol y el segundo se queda mirándolo.
¿Te acuerdas cuando estudiábamos?- le pregunta a su compañero.
Claro que me acuerdo- le responde- y también me acuerdo de este árbol. Acá nos veníamos cuando nos escapábamos de clases, especialmente de las del maldito Fuget.
Ha pasado tanto tiempo-dice Saito, melancólico- es increíble que ahora sólo sean imágenes… pero en un momento fue tan real como ahora.
En ese instante, el profesor de sigilo y agudeza de la mente comienza a recapitular la historia de su vida.
Se recuerda a si mismo en una mañana de hace quince años, haciendo ingreso a aquel gran lugar. No le había costado entrar, puesto que sus padres eran los señores de la tierra de Gondor*, por lo que su condición de noble le aseguró un cupo inmediato dentro de los aspirantes a caballero. Dentro de la academia, Saito alcanzó el grado de Magíster en prevención de riesgos a los doce años, siendo entrenado personalmente por el gran maestro Shawn Michaels, condición que le permitía analizar todas las falencias del terreno, los posibles obstáculos y la mejor forma de posicionar a los guerreros o de aprovechar las ventajas del campo de batalla, convirtiéndose en un gran estratega. De ahí que, siempre que algo resultaba como él había planeado, decía: me encanta cuando un plan sale bien*”.
Desde pequeño demostró una gran habilidad para salir de situaciones desventajosas en las que no se veía escapatoria posible. Además de eso, siempre fue bueno para actuar sigilosamente y atacar de sorpresa, todo junto a una habilidad inigualable para disfrazarse, lo que le permitía infiltrarse prácticamente en cualquier lugar que se le ocurriera.
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*Guiño a la maravillosa historia de John R.R. Tolkien, “El señor de los anillos”. Decidí dar el nombre de uno de los más grandes reinos de la tierra media a la ciudad natal del personaje de Saito; dado que el real admira mucho a dicho pueblo, en especial al desterrado rey “Aragorn”. *Frase clásica de Hannibal Smith, “The A-team” (los mágnificos, en español).
A pesar de su permanente estado de somnolencia, cosa que nadie se explicaba por qué, los atributos mencionados lo convirtieron en un miembro imprescindible del ejército regular de la unión y dieron paso a su posterior nombramiento como profesor.
Pues bien, al hacer ingreso, Saito entrabo amistad rápidamente con sus compañeros. Las relaciones interpersonales se le daban fácilmente.
Entre sus amigos más cercanos estaban Sir Walter Reed, a quien llamaban pelirrojo, Raúl “Oso” Gray, Jesús du Angellic, Matheo I’ll Saggio, Sabin “G” figaro y Bardiel de Nanni. Este grupo andaba junto para todos lados, y pasaron a ser conocidos como “el concilio”. Sus jugarretas y hazañas les hicieron un lugar en la historia de la academia Shi-Oni.
Saito siguió recordando y a su mente vino que, al igual que con el grado de Magíster, a los doce participó, junto a todo el concilio, en la fundación del grupo “Dark side”. Facción de estudiantes sin grado de caballero y novatos que, por ocasión de la primera gran guerra, se hicieron participes.
¿Qué les parece el plan?- preguntó Saito al resto de los miembros.
Arriesgado, pero sexy poh culiao-le respondió Sabin desde una esquina del cuarto de reunión, que más tarde sería la sala de profesores- si se te ocurre a ti, no puedo pensar en nadie mejor para salvar el culo.
Exacto- dijo Walter- ¿todos de acuerdo?
Me parece correctín-sentenció Oso.
Mostrémosle a esas perras imperiales de qué estamos hechos!- gritó Bardiel.
Conforme-exlamó Marco de Gales.
Shimmatta!-declaró Sergio de Stiffler.
No habiendo nada mejor-medio concordó Kanna la Inffamm- no me opongo, por el momento a mi no se me ha ocurrido nada mejor.
Mira Saito-dijo Elba- de todos, eres el mejor en planear estrategias… y, al igual que a Kanna, no se me ha ocurrido nada mejor, por lo tanto acepto de buen grado tu estratagema.
Moviéndose con el plan del actual profesor, los chicos de Dark Side consiguieron una gran victoria en la batalla de los cielos putrefactos, llamada así por la gran cantidad de criaturas abominables que el imperio utilizó para asaltar desde el aire los terrenos de la unión.
Terminada la guerra, los honores no se hicieron esperar. Y Saito y sus amigos alcanzaron alta estima y posiciones dentro de la academia.
De ahí Saito siguió recordando hasta que se formó el consejo superior, que estaba compuesto en su totalidad por los mismos miembros de Dark-side. Ya ahí, el joven aceptó impartir la clase de sigilo y agudeza de la mente. Se graduó de la tutela del “icono” Michaels y asumió sus responsabilidades como profesor de tiempo completo, pero siempre somnoliento.
En ese momento estalló la segunda guerra, junto a Walter y Oso elaboraron todos los planes de defensa y ataque. Básicamente, el curso estratégico del conflicto estuvo en sus manos. Dirigió los asaltos al nido de rataclamp, ordenó la creación del escuadrón marcial y su establecimiento como primera línea de ataque y ultima de defensa, dándole el cargo de estas a Kanna La Inffam. En dos ocasiones salvó a Sabin “G” Figaro cuando fue descubierto en operaciones de infiltración poco fructuosas, tres más peleando a su lado y muchas otras a Jesús du Angellic.
En el tiempo que hubo problemas entre el consejo superior y los nobles de la unión, Saito trató de convencer a su amigo Sabin de que no se marchase. La idea de que el concilio se viera sin uno de sus miembros , hecho que le preocupaba más que el mismo consejo superior con un integrante menos dado el carácter simbólico de dicha organización, le afectó mucho.
Se reunieron en el gran árbol de las cimarras, ahí estaba todo el concilio.
Bien-dijo Walter a Sabin- así que no hay vuelta atrás.
No-respondió-necesito encontrarme a mi mismo, los niños ricos no me caen bien.
Prométeme una cosa- interrumpió Saito- no dejes que te maten… y si necesitas ayuda, ya sabes donde pedirla.
El tiempo pasó, y nuestro amigo se comenzó a mover dentro de los círculos diplomáticos. Cada vez que Walter necesitaba ser acompañado a alguna reunión, llamaba inmediatamente a Saito para que le acompañase. Esto le permitió ser de los primeros en darse cuenta de las segundas intenciones de muchos países respecto al curso de las negociaciones con el imperio. Pero él, habiendo participado en las dos grandes guerras, habiendo perdido amigos y gente de mucha valía, no iba a permitir que los grandes cerdos de la política jugaran con la vida de sus estudiantes y las gentes de la unión por aumentar el peso de sus bolsillos. Mal que mal, es un master en prevención, y se encomendó encargarse de evitar a toda costa una traición o una mala jugada.
Era principio de año, y los nuevos novatos llegaron para ser recibidos. Durante el discurso de Walter, Saito se quedó dormido y al abrir sus ojos se encontró con que Nobi de Kintazult, a quien en pocas palabras definía como “el ser más mierda del universo”, había sido propuesto para el consejo superior. Por suerte, Walter se negó y todo siguió como si nada.
En el transcurso de los dos primeros días de clase, quiso crearse una imagen “low perfil” al no hacer su primera materia. Quería que los chicos lo tomaran por flojo, para que se relajaran y, luego, aprendieran por fuerza que las apariencias engañan.
El día después de su “primera clase”, Saito se topó con Bardiel. Su amigo le contó sobre un muchacho que había logrado sobreponerse al terror de sus ilusiones.
Esto captó tremendamente su atención y no le abandonó la cabeza durante todo el día. Luego, durante una sesión de entrenamiento con Sir Walter, tomó una decisión.
Tus golpes siguen siendo durísimos-le gritó al de cabellera roja- pero aún te falta más que eso para tumbarme.
Recuerda que no solo mis golpes son fuertes -le recordó Walter- además, soy muy rápido.
En un estallido de energía roja se abalanzó sobre su oponente buscando patearle la cara. Este otro recibió el golpe de lleno, saliendo disparado e impactando su cuerpo contra una roca que se hizo trizas al instante.
¿Qué pasa?- le preguntó Walter bajando el ritmo de agitación en que se encontraba- pareces distraído.
Saito se incorporó como si nada y le dijo: he estado pensando mucho sobre este chico del que me habló Bardiel.
¿Cual, el que no se meó en los pantalones?-preguntó Reed.
Ese merito- contestó Gabianni. Lo que pasa es que ya no se enseña a los chicos como cuando lo hicieron con nosotros. Sinceramente, el que entren algunos ya tan grandes me parece desventajoso, perro. Así que ha habido una idea que me ha estado rondando la cabeza por estos días.
Creo que ya cacho pa’ donde vai’-dijo Walter- pero, ¿estás completamente seguro de hacerlo? O sea, ninguno de nosotros se ha aventurado a tanto desde que empezamos como profesores.
Quizá a todos nos llegue le momento- contestó Saito- a algunos antes, a otros más tarde… o talvez algunos nunca lo hagan; sin embargo, yo cacho que ya me toca a mí… simplemente creo que es lo correcto… me he decidido a tomar un discípulo.
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