sábado, 7 de mayo de 2011

Capítulo IV, la historia de D-gray.


Era una noche cómo todas las demás, D-gray se movía silencioso por las calles de su querida Kenia, tenía que hacerlo así, ya que el toque de queda había empezado hace unas tres horas. Avanzaba entre las sombras con la guitarra en la espalda, tratando de pasar desapercibido, por suerte para él, los guardias nocturnos eran bastante irresponsables y, tan confiados en el miedo que infundían a los sometidos habitantes de la ciudad, se echaban a beber en el piso o bajo los cobertizos de las casas de madera hasta quedar completamente ebrios.
Así, protegido por el palio nocturno llegó hasta una casona de amplio espacio, sin embargo, en vez de llamar a la puerta principal rodeó la construcción y se dirigió a la parte trasera para tocar tres veces una pequeña portezuela en el piso.
Alguien la abrió y el muchacho hizo ingreso, bajó por unos escalones de piedra muy pequeños y se hizo presente en un amplio espacio atiborrado de gente, unos conversaban animadamente bebiendo cerveza (dicho sea de paso que esta también estaba prohibida, sólo se podía beber whisky y vodka), otros entonaban canciones de rock y, en un rincón, un pequeño grupo se agolpaba junto a un televisor lanzando gritos de admiración.  
Conchetumadre- gritaba uno en el típico acento del continente negro- que culiaos más cuáticos.
Chelo, Chelo- coreaban unas mujeres- ¡eres el mejor!
D-gray no perdió tiempo y se acercó veloz al grupo, se hizo paso como pudo entre la pequeña y apasionada multitud y se puso detrás de cuatro hombres que, control en mano,  manejaban diestramente a los personajes de un juego de pelea.
Los dos hombres de en medio llevaban la ventaja, uno era delgado, de rostro amable y de atractivas facciones, el muchacho no tardo en darse cuenta de que era él quien provocaba los gritos de las féminas. El otro, en cambio, era gordo, de cabello desarreglado con rostro jovial y alegre; tenía un cigarrillo en la boca y no paraba de sonreír.
Los personajes de los otros dos fueron eliminados y los restantes quedaron detenidos mientras los jugadores se miraban fijamente.
Ahora sí culiao-exclamó el gordo- te voy a hacer recagar por maraco.
Que sea un buen duelo-contestó el otro- como caballeros.
Conchetumadre- fue la respuesta- si te voy a violar.
El movimiento de las manos sobre los mandos se hizo imperceptible para los observadores, mientras los ficticios personajes realizaban complicados movimientos.
Al final, el que llamaban Chelo resultó vencedor luego de una batalla que podría haber sido clasificada como épica.
El tipo gordo soltó el control y miro a quien lo había derrotado.
Puta la wea-dijo- cagué, jaja.
Muy buena pelea-añadió el otro- esas son las que me gustan.
El joven D-gray se les acercó y dijo: que bien juegan, a mí me encanta esto y nunca había visto participantes de este calibre.
Los dos lo miraron y el guapo le contestó: muchas gracias, tratamos de dar lo mejor de nosotros.
¿Cerveza?- preguntó el más corpulento.
No bebo- le respondió el de la guitarra- aunque gracias de todos modos.
Huea tuya, contestó el otro. Llamó al cantinero y le pidió que le pasara un jarro grande de licor de cebada.
Se lo tomó de un solo trago y sin hacer ningún esfuerzo. Lanzó un sonoro eructo que hizo retumbar las paredes del sótano y nadie se sorprendió por lo ocurrido.
D-gray miró perplejo unos cuantos segundos y luego les dijo: He venido a observar como juegan desde hace más o menos dos semanas. No me había atrevido a hablarles antes, pero ya no me quedó de otra.
Entiendo- sentenció Chelo- ¿tienes algún otro fin aparte de solo mirar?
Sí-contestó- me gustaría poder jugar con ustedes.
Por mi esta bien- exclamó el bebedor- mientras más, mejor.
El chico no cabía en si de tanta emoción. Se dispuso entre los dos jugadores y se preparó para comenzar una amenaza triple.
No fue una sola partida la que llevaron a cabo esa noche. En realidad, estuvieron más de tres horas jugando, donde los puestos de ganador se alternaban entre aquella pareja dispareja, resultando D-gray siempre como perdedor.
No puede ser-se lamentaba- ni una sola vez pude ganar.
Necesitas tiempo- habló el gordo, encendiendo un cigarrillo- tienes que darle duro hasta que te sangren los dedos.
Joven-interrumpió el tipo delgado- no es que quiera cambiar de tema, pero hemos jugado mucho y aún no sabemos tu nombre.
Cierto-respondió- mi nombre es D-gray. Soy africano de nacimiento, aunque mis padres vienen desde otro continente, específicamente, desde la unión. ¿Puedo permitirme preguntar los suyos?
Claro, mi nombre es Sir Marcelo Luigias- fue la respuesta- como tus padres, yo vengo de la unión, soy profesor de idiomas y experto en informática. Mis motivos para estar aquí los conocerás a medida que transcurra el tiempo, por ahora solo eso te diré de mí. Al igual que yo, mi amigo aquí presente también viene de allá, aunque creo que debe ser el mismo quien se presente.
Formalidades, siempre lo mismo… bueno, qué tanta weá, mi nombre es Sabin Fígaro, soy un humanista errante que viaja por todo el globo probando la cerveza y fastidiando a los ejércitos imperiales. Estoy acá por una razón en específico, pero no vale la pena discutir por cosas que, dado que asistes a estas reuniones clandestinas, tarde o temprano sabrás.
D-gray se quedó un momento pensativo y dijo: vaya, que cosa más interesante. Ustedes saben que los medios de comunicación están completamente intervenidos, por lo cual nosotros, los africanos, no conocemos mucho de lo que hay fuera del país. Me gustaría que me hablaran más de la unión y todo lo fantástico del mundo.
Sabin y Marcelo lo miraron, el primero sonrió alegremente y le dio un rotundo sí, sin siquiera expresarlo verbalmente. La solidez de su sonrisa era la confirmación que D-gray necesitaba. Por su parte el segundo, asintió con la cabeza y dijo: no hay problema.

Así transcurrieron los días de reuniones clandestinas, Sabin hablaba siempre de un lugar donde había caballeros de gran renombre. Le contaba a D-gray las hazañas de estos hombres y mujeres que mataban wyverns y enfrentaban la injusticia provocada por el imperio, haciendo retroceder la maldad de sus tierras. No solo de eso le hablaba, también le compartía sus ideas sobre como la educación debía ser, los derechos que el imperio y muchos señores de la misma unión se empeñaban en atropellar y de cómo él pensaba debían ser los gobiernos.
Por su parte Marcelo le contaba sobre como vestían los grandes nobles del otro continente, le hablaba de los palacios y de la arquitectura, de los avances tecnológicos y de las normas de etiqueta.
Cada vez  que Sabin le contaba alguna historia mientras fumaba cigarrillo tras cigarrillo, el muchacho podía advertir la nostalgia con que hablaba, como si él mismo hubiese formado parte de aquellos relatos.
Una noche, dos sujetos llegaron hasta la sala de reuniones y pidieron la palabra. Antes de comenzar a comunicar lo que sea que  tuviesen que decir, D-gray los vio conversando con los dos que, a esas alturas, ya eran amigos suyos.
Uno de los recién llegados era de baja estatura, aunque su cuerpo era atlético, y su nariz resaltaba más que ninguna otra parte de su cuerpo. El otro también era bajo, se veía excéntrico vistiendo una toga blanca, usaba gafas, llevaba una corona de laurel en la cabeza y sostenía un enorme libro amarrado con cadenas a su brazo derecho.

El de la gran nariz se subió a un estrado que había sido improvisado poco rato antes  y se dirigió a los concurrentes, quienes se agolpaban frente a él para escuchar qué era lo que tenía que decirles.

Amigos-dijo- se que puede parecerles extraño que nos hayamos metido aquí sin darnos a conocer en primera instancia; sin embargo, no era ese el momento preciso. Muy bien, yo soy Pollo, Pollo du Transit.
Los escuchas quedaron mudos de asombro, la persona que les hablaba era nada menos que el líder de los rebeldes.
Sabin y Marcelo- prosiguió- resultan ser grandes amigos míos, me he contactado con ellos y me han permitido saber de la existencia de este lugar de reunión donde se celebran todas las prácticas prohibidas por el autoritarismo imperial. Por tanto he venido para llamarlos, como compañeros disidentes, a formar parte de la gran rebelión que se avecina acá en el  continente negro. El plan es simple, ustedes nos prestarán el recinto y lo usaremos como cuartel para preparar nuestras operaciones en esta ciudad. De una vez por todas, es tiempo de que alcen sus voces y clamen por la libertad que les es  negada.
Sin decir otra palabra, se bajó del estrado para que subiera el tipo de la toga; este se aclaró la garganta y dijo:
Señores, nos encontramos hoy comunicando ideas de gran importancia para el futuro, no solo del país, sino que del mundo entero. Mi nombre es Pablo de Roma… como ya sabrán, mi gente fue completamente exterminada y soy el último descendiente de los sabios romanos. En mi papel de jurista, he acompañado a Pollo a lo largo de todas sus campañas en contra del dominio Imperial en las provincias africanas. Hemos pateado culos de lo lindo y liberado a innumerables hombres. Les pedimos todo el apoyo que puedan brindarnos para formar juntos un Estado de derecho que garantice las libertades civiles y políticas de todos los habitantes de la región. Ciudadanos, ¡que no los venza el miedo!, pueden aplastarnos por separado, pero juntos, crearemos una fuerza tan grande que ni el mismísimo emperador sería capaz de contrarrestar.
Los asistentes estaban pasmados, D-gray miraba y escuchaba atónito desde el público; el poder sentirse libre en los momentos que pasaba en las reuniones era una situación que le agradaba mucho y que no se comparaba al riesgo que sabía corría. Aún así, la idea de una revolución a gran escala lo aterraba. Antes de seguir sumido en su estupefacción, Sabin subió al estrado y tomó la palabra.
Puta que son solemnes estos weones-dijo- cabros, lo que quieren hacer Pablo y Pollo, no es más que aquello que debe ser hecho. No les pedimos tomar las armas, puesto que queremos evitar todo derramamiento de sangre posible. Permítanme pedirles, por favor, que piensen un minuto en sus vidas. ¿Es acaso esto lo que quieren llamar existencia? ¿Desean que sus hijos vivan sumidos en las tinieblas del dominio ejercido por miedo? ¿No les gustaría, acaso, poder salir a la hora que quisieran, sentir la hierba que toca sus pies descalzos mientras caminan en una hermosa tarde acompañados de sus seres queridos? ¡¿Acaso no quieren ser amos y señores de sus propios destinos?! ¡¿Cuanto están dispuestos a dar por verse libres de una educación corrupta, del adiestramiento al que son sometidos!? Pues que me parta un rayo por la puta madre, piensen en los miles de hombres, mujeres y niños que, al igual que ustedes, son desangrados en las minas por señores que comen con tenedores de oro, que visten la seda que sus madres, ¡las propias madres de ustedes!, son obligadas a trabajar por sueldos miserables. ¡Piensen en las incontables vidas que se apagan para sustentar el lujo y los caprichos de unos pocos! ¡Por amor al pan, escuchen el llamado de la libertad y atiéndanlo! Que no les baste la vida absurda y monótona que son obligados a llevar, si es que pueden llamar vida a este remilgo de existencia sub-humana… cabros, por la reconchagrande… peleen por lo que es suyo.
El silencio se hizo total por un momento, hasta que un hombre corpulento y de oscura piel comenzó a aplaudir. Inmediatamente los demás siguieron su ejemplo, y el batir de palmas se transformo en clamores de pasión que se volvieron gritos de guerra y vítores para los rebeldes.
Esto es lo que necesitamos-decían unos. Luchemos por la libertad, hermanos.
Abajo el imperio-decían otros- muerte a la esclavitud.

D-gray aún estaba inseguro sobre qué hacer, cuando Marcelo lo llamó.
El joven se abrió paso como pudo y llegó hasta donde los revolucionarios celebraban alegres el éxito de su empresa.
Viejo-le dijo Sabin- ¿estas dispuesto a participar?, de aquí en adelante, la cosa se va a poner brígida y wea.
Supongo que- respondió- no me quedará de otra. Si los demás comienzan a luchar, tarde o temprano me veré involucrado.
Me parece perfecto- agregó Marcelo- aunque tenemos otros planes para ti.
D-gray miró con curiosidad a los otros, hasta que Sabin habló para calmarlo:
No te preocupí weon-dijo- si no te lo va a poner. Lo que pasa perro, es que Pollo ha conseguido un pasaje para un barco que va directo a la unión… con Marcelo hemos visto que tienes potencial para ser un gran hombre, y queríamos aprovechar esta oportunidad para mandarte a esa escuela de la que tanto te hemos hablado. Dime “D”, ¿estarías dispuesto a convertirte en un caballero?
El otro no supo que decir al instante, una alegría lo invadió por completo dejándolo perplejo. Pero- dijo cuando recuperó la voz- necesito pasaporte, no soy de clase alta, jamás me dejarían subir a un barco.
De eso yo me encargo-lo interrumpió Pollo- los chiquillos me han hablado tan bien de ti, que no me cuesta hacer unas triquiñuelas por ahí… una botellita de whisky y el capitán te confundirá con el emperador mismo.
El sentimiento de alegría que había despertado en el muchacho se acrecentó y explotó en un rotundo “sí”.
Ok- terminó por decir Sabin- el barco zarpa mañana en la noche, Pablo se encargará de llevarte.

D-gray dejó esa noche el sótano muy contento, el dejar su tierra de un día para otro lo embargaba de extraños sentimientos de nostalgia. Pero, como era huérfano, no había nada que lo atara muy fuertemente a ese lugar más que el simple hecho de haber nacido ahí.
Así transcurrió el tiempo hasta que llegó la noche siguiente, se fue al sótano tal cual había convenido, y se encontró a Pablo envuelto en un manto negro para, supuso él, confundirse con las sombras. Junto a él estaban Marcelo y Sabin.
Pollo ha arreglado todo-dijo Marcelo- no tengo más que decirte que: buen viaje.
Sabin lo miró y le dirigió la palabra: ¿sabes? En el lugar al que irás se encuentran los dos tipos que jamás he podido vencer en Smash… Jp y Raúl son de un nivel que está por sobre el de un ser humano. Cuando estés allá pídeles que jueguen contigo, aprenderás mucho. Todos los profesores de ese lugar son gente extraordinaria, procura aprender lo más que puedas de ellos, quiérelos y trátalos con cariño.
¿Les enviarás algún recado? –señaló “D”.
El gordo quedó pensativo unos momentos y le respondió: si tienes la oportunidad, diles que no hay momento en que no piense en ellos, que están siempre en mi corazón. Dirígete a los que respondan al nombre de Saito y Walter, hazles saber que no deben preocuparse por mí, que no moriré antes que ellos sean un montón de huesos. En cuanto a las mujeres que verás, que sigan tan sexys como siempre. Jaja.

Así, luego de esa charla algo rara, el joven partió acompañado por Pablo moviéndose sigilosamente por la oscuridad hasta llegar al gran barco.
Allí, un destacamento de soldados bloqueaba el paso.
Alto, les dijeron. No puede haber civiles rondando las calles a estas horas. No han respetado el toque de queda. El castigo por violar la ley es la muerte. Apréndanlos-gritó el jefe.
D casi se caga en los pantalones, a su lado, Pablo continuaba sereno… se paró delante de él y le dijo: no te preocupes, estos mozalbetes no truncaran tu viaje.
Avanzó con paso decidido hacia el grupo de oficiales, se quitó el manto quedando sólo con su toga y el gran libro encadenado y los miró desafiante.
Estimados funcionarios militares-dijo sarcásticamente- el peso de la ley es algo con lo que no se juega. Por la ligereza de sus palabras, noto que no conocen lo peligroso que puede ser el derecho… permítanme dictarles una pequeña cátedra.
Con todo, chicos- bramó el oficial de más alto rango- ¡córtenle la cabeza!
El grupo se abalanzo sobre el calmado Pablo, este por su parte acarició el lomo de su gran libro. Lo dejó caer un poco y lo tomó por la cadena. Inmediatamente lo hizo girar por su cabeza, describiendo círculos en el aire, como quien empuña una “morning star”.
¡A por ellos! –gritó- barred con el enemigo, ¡LEX!
Arrojó el pesado tomo sobre un soldado, dejándolo fuera de combate en un instante. Las cadenas parecían ser infinitas y golpeaban unas a ciertos oficiales, mientras el libro hacía lo suyo con otros. En cuestión de segundos, el grupo entero estaba en el suelo, inconscientes todos.
Pablo volvió a guardar a Lex bajo su brazo.
Hombre-dijo- tu barco te espera.
D-gray, asombrado, le dio las gracias y se despidió. Caminó hacia el muelle y subió al barco que lo llevaría al lugar en que se convertiría en un caballero.

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